CONOCE A SOR MARIA RAFAELA
Historia de Sor María Rafaela
Sor María Rafaela es el nombre que adoptó en la profesión religiosa. Su nombre de pila era SEBASTIANA LLADÓ Y SALA. Nació el 2 de enero de 1814 en Campos (Mallorca). Fue la sexta hija de nueve hermanos, tres de ellos fueron sacerdotes. Creció en un ambiente rural y especialmente cristiano. Vivió en el predio familiar, llamado Cases Noves. Lugar propicio para crecer y madurar su fe y desarrollarse como una joven alegre, servicial… Su madre fue su gran educadora; la orientó a vivir los valores humanos y cristianos de la época.
La devoción a los Sagrados Corazones es algo que Sebastiana aprende en el núcleo familiar.
Los Lladó-Sala, ya en 1834, cuando ella tenía veinte años, consagraron una de las capillas de la parroquia a los Sagrados Corazones. De ahí su gran amor al Corazón de Jesús y al Corazón de María.
El estar en contacto directo con la naturaleza influyó notablemente para hacer de ella una persona amante del silencio, la contemplación y la oración.
Desde siempre tuvo una vocación clara: hacer el bien a todos y acercar las personas a Dios. Esta vocación la descubrió a muy temprana edad. Fue una laica comprometida con la parroquia y su pueblo. El Ayuntamiento de Campos, viendo sus dotes humanas y morales, la nombró maestra interina de niñas. Tras exponer sus condiciones, aceptó, pero antes fue al colegio de La Pureza de Palma, en donde se preparó durante unos tres años hasta obtener el título de «Maestra de instrucción primaria elemental». Asumió su misión educadora como una verdadera vocación. A partir de ese momento, se la conocerá con el nombre de la Mestra Cases Noves.
Con el tiempo, se fueron adhiriendo otras jóvenes que compartían con ella sus mismos ideales apostólicos y de crecimiento espiritual. En torno a ella se creó una Fraternidad o Asociación que fue evolucionando. Pasó por muchas experiencias de vida comunitaria y apostólica bajo nombres diferentes. Sin embargo, los ideales primigenios de Sebastiana estaban claros y los mantuvo inalterables, a pesar de las dificultades. Cuando se le cerraba una puerta, aparecía un rayo de sol y se abría otra. Jamás se dio por vencida.
El objetivo de Sebastiana estaba orientado principalmente a la mujer, porque veía que era el sector menos atendido humana y espiritualmente y sobre todo, porque consideraba que era el corazón de la familia. Utilizó aquellos medios que mejor respondían a sus objetivos:
- La oración – contemplación que vivió y enseñó.
- Los ejercicios espirituales que ella misma dirigía, adaptándolos a las necesidades de la mujer de su tiempo.
- La catequesis, adelantándose en muchos aspectos a su tiempo.
- Los retiros, encuentros…
- El acompañamiento, mediante el trato del tú a tú. Aplicaba el conocido y popular refrán: antes es la obligación que la devoción. Decía a las mujeres que lo primero era atender su hogar…
- Dos amores: amar a Dios y a los hermanos
- Mi única aspiración es salvar las almas.
- Quiero que mis hijas se distingan por la caridad
- Con Santa Teresa decía: Tristeza y melancolía no las quiero en casa mía
- Ser hoy mejor que ayer y mañana mejor que hoy, etc.
La Asociación se consolidó cuando el Obispo de Mallorca, D. Jacinto María Cervera y Cervera, viendo su forma de vida y su actividad apostólica, dio carácter jurídico a la Fraternidad el 29 de enero de 1891, bajo el nombre de Congregación de HERMANAS DE LOS SAGRADOS CORAZONES. El 17 de abril emitieron sus votos las primeras cinco hermanas. Por esta profesión cambiaron sus nombres de pila, Sebastiana adoptó el de Sor María Rafaela del Sagrado Corazón de Jesús.
Los testimonios que nos han llegado de sus coetáneos aseguran que era una gran señora, fina y delicada, de trato afable, caritativa y bondadosa, y, a la vez, sumamente sencilla y de temple recto y recio. La acogida era una de sus muchas características. Quería que su casa fuera para todos su «ca nostra», es decir, su propia casa. Su casa era, sin duda, una prolongación de la parroquia, a donde acudían niños, jóvenes, y, sobre todo mujeres de toda edad y condición. Todas iban a pedir consejos, orientación y formación de la Maestra Cases Noves.
Era muy espiritual, amaba el silencio y recogimiento porque, según afirmaba, favorecen la relación con Dios. Todo le servía para unirse a Él, incluso la naturaleza…
Supo armonizar lo espiritual y lo humano. Poseía una gran sensibilidad ante cualquier necesidad y no paraba hasta que la solucionaba. Llegó hasta hospedar en su propia casa personas que necesitaban cuidados que no podían recibirlos en las suyas. Todos encontraron en la Mestra Casesnoves una verdadera madre. Un testimonio nos ha dejado dicho: Hacía agradable la virtud.
Tras una vida intensa de entrega a Dios y a los hermanos, el 8 de marzo de 1899 partió a la casa del Padre, siendo llorada por todo el pueblo porque había sido para todos un ejemplo de vida, sobre todo, por su caridad.
Su legado de vida lo expresa en pensamientos o máximas. Nos han llegado a través de las primeras hermanas y otros testimonios. Algunos de ellos son:
Fue una verdadera Madre espiritual. Ha dejado a sus hijas el legado de ser también madres espirituales fecundas, mensaje y mensajeras del Amor de Jesús y María.
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